COMBATIR EL CALOR

París sufre de un calor que se supera cada verano y que amenaza la típica fisonomía de sus buhardillas de zinc. Ese paisaje de la ciudad con sus pintorescos rincones en sus techos está en peligro de extinción por el preocupante aumento de las temperaturas. La capital francesa alcanzó su máximo en el verano del 2019, cuando las temperaturas marcaron 42,6 grados a la sombra y esta temperatura podría aumentar ocho grados en 2050, según los datos de los expertos. Y aquí llega el problema de las típicas buhardillas. El 80% de los techos de París están fabricados con zinc. Estas buhardillas, al haber sido ideadas en el siglo XIX, no están en condiciones para afrontar un día de calor en pleno verano, cuando este material puede superar los 70 grados. La reconstrucción o reacondicionamiento de todos estos techos sería, no solo increíblemente caro, sino que llevaría demasiado tiempo, por lo que se han propuesto soluciones como pintarlas de blanco o colores claros. Ya en el 2015, las autoridades aprobaron una ley que exige que los tejados de los nuevos edificios en las zonas comerciales estén cubiertos de plantas y árboles o, si no, de paneles solares. La medida ha ayudado, pero no lo suficiente."En los centros de las ciudades europeas, dos tercios de los techos son inclinados y no existe una solución para hacerlos accesibles y ponerles superficies verdes. Mientras tanto, tenemos todos estos problemas con las islas de calor y el calor excesivo en los centros urbanos".

( P. Emmanuet)

Es un hecho que el cambio climático y el aumento de las temperaturas en verano están trastornando la vida cotidiana sobre todo en las grandes ciudades por la falta, en general, des espacios abiertos y zonas verdes, no tanto en las zonas no urbanas donde siempre hay algun grado menos y "refresca" más por las noches. Ahora bien, cuanto más al sur, más están preparadas las ciudades y sus edificios para combatir el calor, con sus fachadas blancas, sus terrazas abiertas y los patios interiores llenos de plantas. En cambio en los países más al norte al contrario, sus casas están preparadas para combatir el frío y la humedad.

El ejemplo de ello es la arquitectura urbana de París, con tejados de zinc que dan un calor espantoso y sin posibilidades de plantar nada verde encima por su gran inclinación y las buhardillas que están instaladas justo debajo. Mal asunto porque supondría cambiar toda la fisonomía de estas grandes ciudades, algo que las caracteriza. Si a Paris le quitan los tejados de pizarra y las mansardes es como si le quitaran el Sena. Parece más fácil mejorar el aislamiento de las cubiertas y vidrieras y la climatización.

En fin, que cada uno procure rodearse del mayor número de plantas que dan frescor, como las del jardín interior de la foto. O que nos copien a los sureños.

Besos.