EL AMOR DE MI VIDA

Hace mucho tiempo conocí al amor de mi vida. Fue a primera vista: la primera vez que nuestros ojos se encontraron, me di cuenta. Qué suave era su piel. Desde entonces, ahí estamos. Me abraza fuerte y me avisa por adelantado de que la voy a liar. Y siempre tiene razón. Y aunque la cague mil doscientas veces, nunca se marcha. Siempre está. Me besa mejor que nadie. Cuando voy a descarrilar, es capaz de parar todos los trenes de mi mente. Sabe perfectamente cuál es mi comida preferida y algunas veces me sorprende con ella en la mesa. Lo da absolutamente todo por mí, aunque duela. La quiero más de lo que lo demuestro. 

Y tengo la absoluta seguridad de que nunca me dejará, pase lo que pase. Fiel, totalmente fiel. Te quiero, mamá. 

(Desfreds)

En el día de la madre, poco hay que comentar acerca de su figura en la familia. Y de la importancia que tiene en la cohesión de dicha familia. Los que ya no la tenemos con nosotros tenemos que acudir a su recuerdo, a todo lo que nos dieron a lo largo de nuestra existencia. Las que ya no gozamos de su presencia, quizá tengamos la suerte de ser madres e incluso abuelas y repetir los esquemas ya aprendidos para nuestra prole. La madre siempre será el amor de nuestra vida, y mi hija el de su hija y así todas las generaciones. No hay duda alguna. 

Y como dice Elvira Sastre en este final de un poema, madre y sueños van de la mano y con ellas cerca nada malo puede pasar. Y siempre estarán con nosotros:

Lo que quiero decir mamá,
es que mientras tú cumples años
los demás cumplimos sueños contigo.

Verte reír es un atentado contra las lágrimas;
verte vivir es saber que ninguna guerra llegará a nuestras trincheras.
Verte,
en definitiva,
es aprender el amor y la vida.

No dejes de cumplir años,
no dejes de cumplirnos,
no dejes de vivir.
No te vayas nunca Mamá.

Y los que aún la tenéis, demostradle cuánto la queréis.

Besos.