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Se llamaba Martín Vázquez de Arce y, «retratado» a sus 25 años -edad a la que murió- estaba lejos de ser un Doncel. En la época, se denominaba así a los jóvenes de entre 12 y 16 años hijos de nobles o hidalgos que aún no habían tenido pareja. Sin embargo, se sabe que Martín estuvo casado y tuvo una hija. Su padre, Fernando de Arce, Comendador de la Orden de Santiago, ejerció como secretario del Primer Duque del Infantado, Diego Hurtado de Mendoza. Esto permitió a su hijo ser educado en el seno de una de las familias más influyentes de la España del Siglo XV. Así, Martín recibiría la formación de cualquier caballero de su época, lo que le llevaría a ejercer una larga actividad militar con los Mendoza al servicio de los Reyes Católicos y luchó por la reconquista del Reino de Granada. Sin embargo, no llegó a ver cómo tomaron la ciudad, ya que perdió la vida en una emboscada.
Su escuadrón fue sorprendido por los musulmanes, quienes mataron al Doncel y sus hombres. Sin embargo lo que realmente llevaría a la fama a Martín, no sería su vida sino su muerte y, concretamente, su tumba. Alabada por Ortega y Gasset en su libro El Espectador atrajo a Miguel de Unamuno hasta Sigüenza. Sería él quien, emocionado ante su sepulcro, lo apodó así por el aspecto de su rostro. Aquel halago llevaría a la escultura a un punto de no retorno: Martín Vázquez de Arce se convertiría en el Doncel de Sigüenza. Por ello, al morir, además de la fama -tan importante para los caballeros del momento-, también conseguiría la Gloria del Cielo, su máxima aspiración.
En este sentido, la escultura es tremendamente simbólica: el laurel representa la fama y el león la Gloria de la resurrección. También el libro que tiene entre sus manos alimenta la imaginación: ¿reza, sueña, medita?
(C. R. Lamelera)
Una visita que justificaría todo un viaje es la de la tumba del famoso Doncel que se encuentra en una de las capillas de la impresionante Catedral de Sigüenza. Al entrar en ella, por muchas veces que se hayan visto imágenes y vídeos de esta escultura gótica funeraria tan conocida es de una sensación que paraliza de admiración. Sobre todo por la actitud del personaje poco usual en una tumba. El Doncel de Sigüenza tiene un libro entre las manos y la espada descansa bajo su brazo izquierdo. Su mirada se posa relajada en la lectura. La interpretación que se hace es que la elección del libro por delante de la espada expresa que ha llegado el tiempo de la paz. La figura a diferencia del resto representa a alguien vivo, que ya ha alcanzado la vida eterna y ha resucitado según las creencias cristianas.
Os copio las palabras que le dedicó Ortega y Gasset: Este hombre parece más de pluma que de espada. Y, sin embargo, combatió en Loja, en Mora, en Montefrío bravamente. La historia nos garantiza su coraje varonil. La escultura ha conservado su sonrisa dialéctica. ¿Será posible? ¿Ha habido alguien que haya unido el coraje a la dialéctica?".
Si alguna vez tenéis ocasión de admirarlo o ya lo habéis hecho seguro que estaréis de acuerdo conmigo en la admiración que se siente al contemplarlo.
Besos.
Buenas noches .
Pues yo , nosotros, no hemos tenido ocasión de verlo pero ganas no me faltan al ver tanta belleza , tanto detalle y sobre todo ,viendo la cantidad de historia que tiene detras .
Me encanta que nos hayas puesto la primera foto , el primer plano para apreciar bien los detalles .
Gracias por toda la información que nos dejas.
Me estan dando unas ganas tremendas de ir a Sigüenza y poder ver todo lo que nos estan enseñando .Pero bueno, de momento me conformo con lo que nos pones y ademas con su historia , los datos , los años etc.
Vaya , toda una guia .
Y gracias por los enlaces de las fiestas .
Me hago mayor pues estas salidas "en familia" cada vez me cansan más.Me cansan fisicamente me refiero.
Bona nit .
Un beso.
La efigie funeraria de Martín Vázquez de Arce es un canto a la mentalidad renacentista que, procedente de Italia, se estaba abriendo camino aquí, en España, ya durante el reinado de los Reyes Católicos. Es un canto al humanismo y a la modernidad, que no sólo iba impregnando la vida, sino también el sentimiento de la muerte; un homenaje a la cultura, a la intelectualidad, sobre la noción de guerra, como en esos cuadros italianos en que aparece Marte dormido ante una Venus sonriente. Y es que Vázquez de Arce señorea en su sepulcro de una manera distinta, casi revolucionaria, pero capaz de conciliar en una misma persona, el hombre renacentista, la acción y las letras, y sin menosprecio alguno al espíritu religioso que debe imperar en toda obra funeraria. Basta comparar la espontaneidad de su actitud con el tradicionalismo arcaico que invade las esculturas yacentes de los otros miembros de su familia, en la misma capilla.
España, Castilla, ya era otra: fiel a sus raíces milenarias, pero brotando con un tronco y unas ramas nuevos.
Bonitas fotos
saludos
Joaki-007Hace 11 minutos
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eliocroca2Ayer a las 22:14
corremundosAyer a las 00:33