Antes de ponerse el pendiente frotó el metal que rodeaba el zafiro con un bastoncito impregnado en líquido para limpiar plata. Cientos de estratos de tiempo levantaron el vuelo dejando la superficie luminosa y desnuda. Se acercó, curiosa, y la joya le devolvió el rostro adolescente de su abuela probándose el pendiente ante un espejo.
(Paz M. Revillo: Herencia)
Este breve relato con tan pocas palabras despierta en nosotros recuerdos de tiempos pasados porque nada mejor que una joya o una obra de arte para hacernos echar una vista atrás e intentar rememorar qué pudo sucecer con esos pendientes, con ese anillo, con esa pulsera, con ese reloj que perteneció a un antepasado nuestro y que ahora está en nuestro poder. Quién lo compró, quién se lo regaló, dónde y por qué, son preguntas que nos pueden venir a la mente. A la protagonista de la historia el limpiar el pendiente le facilitó las cosas, ya que se fueron eliminando distintas capas que el tiempo había depositado y al dejarlo como era al principio, cual viaje en el tiempo, el espejo le devolvió la imagen de su abuela.
Pasa igual con los muebles antiguos, los objetos de anticuario, que arrastran consigo todo tipo de historias de vidas ajenas, como esta preciosa banqueta de marquetería y nácar que encontramos en un oratorio de Palermo. ¿Quién sería el primer dueño? ¿Para qué y dónde lo mandaron hacer?
¿Te gustan las cosas antiguas heredaras o prefieres estrenar todo?
Besos