Pero antes de nada habría que perfilar el concepto «puerta»: una puerta es algo que se abre, pero también es algo que se puede cerrar. Una puerta abierta franquea el paso hacia otro lugar, mientras que una puerta cerrada se convierte en un muro sobre todo si se coloca allá donde no la había y la puerta tiene llave y la llave tiene dueño. La puerta nos protege del exterior recluyéndonos en un lugar seguro. La puerta es al mismo tiempo lo que nos impide salir y lo que nos veda el paso hacia donde quisiéramos ir. La puerta es ambivalente, contradictoria, paradójica, insólita para el nómada e ineludible para el sedentario; civilizadora e incívica según de qué lado se esté de ella. Algunos dicen con ingenuidad que la puerta es un hueco complementario de otro; ya saben, ese hueco por el que sale algo, poco antes de que algo mejor entre por la ventana. Otros sostienen que detrás de cada puerta hay una oportunidad o que la vida hay que recibirla a puerta gayola…
(Javier Martín)
ESta expresión de ponerle puertas al campo la utilizamos a menudo para expresar exactamente lo que se dice en el cuerpo del texto. Que no se puede ir contra la naturaleza porque va en contra de lo lógico. Muchas veces se intenta cerrar lo que está abierto como en señal de quitar libertad de movimientos y de pensamientos y no tiene sentido alguno, porque como se puede leer la puerta se abre pero también se cierra y menos cuando se coloca donde no la había, no tiene razón de ser.
Es lo que viene a la cabeza cuando se contemnpla esta preciosa puerta blasonada que se encuentra en la parte alta de Monforte y que da paso a la torre del castillo a la que no subimos al final, en el Conjunto Monumental de San Vicente do Pino formado por la Torre de Homenaje, el Monasterio de San Vicente do Pino y el Palacio de los Condes de Lemos. Lógicamente en su tiempo daría paso a alguna dependencia del castillo que se ha perdido. Menos mal que la puerta se pudo salvar. Y siempre las puertas dan a algún lugar y marcan unos límites.
Besos.