var isMobileBrowser=false;
Nunca permitas, campo, que se agote
nuestra sed de horizonte y de galope.
Templa mis nervios, campo ilimitado,
al recio diapasón del alambrado.
Aquí mi soledad. Esta mi mano.
Dondequiera que vayas te acompaño.
Si no hubieras andado siempre solo
¿todavía tendrías voz de toro?
Tu soledad, tu soledad... ¡la mía!
Un sorbo tras el otro, noche y día,
como si fuera, campo, mate amargo.
A veces soledad, otras silencio,
pero ante todo, campo: padre-nuestro.
Oliverio Girondo
Preciosa, tanto esta como la de las vacas. En Mallorca no es igual. Las vacas son las típicas blancas y negras y este paisaje se parece mucho a la Península. Ya ves que no tan solo nos une la lengua sino también la naturaleza similar