Fernando Pessoa

   Hace poco, me encontré con un amigo del barrio en la Biblioteca Jovellanos. Comentando sobre lecturas comunes, le dije que no leo poesía, y menos extranjera, por el tema de las traducciones ("traduttore, traditore" dicen los italianos). Pensándolo después, me di cuenta de que no decía toda la verdad: no soy un lector habitual de poesía, pero sí que leo. Y alguna de ella, traducida de otros idiomas. Al no ser una costumbre cotidiana, a veces me olvido de mis propias cosas.

   No tengo, ni mucho menos, un gran conocimiento de Pessoa. Pero, así a lo tonto, ya son casi treinta años desde mi primer contacto con su figura. A mediados de los 90, la editorial Alianza publicó una colección barata, con cierta intención divulgativa: Alianza Cien. Por cien pesetas (¡60 céntimos de Euro!) tenías un pequeño libro, de menos de 100 páginas, con algún relato ó ensayo de autores con calidad. Siempre me han gustado ese tipo de colecciones: buenas, bonitas y baratas.

   El número 90 de la colección contiene un relato de Antonio Tabucchi, Los últimos tres días de Fernando Pessoa, en el que el autor habla con sus heterónimos poco antes de morir.

   Lo de los heterónimos tiene su aquel: no pueden definirse como pseudónimos, porque no sólo escribe con distintos nombres, sino que cada uno de ellos es una personalidad distinta y escribe con temáticas y estilos totalmente diferenciados. En fin, poco después Mondadori intentó algo parecido a Alianza Cien, pero orientado a la poesía. Así pillé una selección de sus poemas, con su propio nombre y con el de sus heterónimos. Y como Álvaro de Campos, tenía el poema titulado "Tabaquería", cuyos primeros versos incluyo arriba, y que me volaron la cabeza la primera vez que los leí.

   No voy a decir que entiendo el poema, pero la vehemencia de su lenguaje me sugiere imágenes y sensaciones. Y para mi, si puede provocar algo así, es arte. Pero también estoy de acuerdo con la definición de que el arte es morirte de frío. Así que si no estáis de acuerdo, no pasa nada: sólo soy yo, sacando a pasear mis manías.

  Y ya, hablando del dibujo: la foto de modelo la encontré en el número 40 de El Cuaderno, de 2012. Lo encontré de casualidad, mientras movía cajas para hacer la mudanza. No estaba dedicado a Pessoa, sino al poeta Víctor Botas en ocasión del aniversario  del fallecimiento de éste último; pero se le mencionaba por un poema relacionado con el poeta portugués, que hizo de pie de su foto.

   El dibujo está hecho en la libreta japonesa, por tanto es de tamaño cuartilla. Usé pinceles de acuarela redondos de 2 para tinta china y acuarela blanca, y de 2 y de 10 para la aguada. Como el abrigo era una inmensa mancha de negro, me permití el lujo de firmar el dibujo con un rotulador de gel blanco: con la acuarela, firmar hubiera sido como un dolor de muelas.

   Como dibujo, estoy totalmente satisfecho. Por su parecido, puede que la cara me haya quedado menos alargada por la quijada, que creo que me quedo un poco más corta. Pero qué demonios, da igual. Si hasta pude hacer bien el sombrero, con lo que me cuesta.

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   Uy, que se me olvidaba. Tengo un Pitufo musical aquí:

   https://periplosporelparamo.blogspot.com/2024/07/pitufo-flautista.html

   Y ahora sí, hasta la próxima. Un saludo a todos.