APRENDER A ABURRIRSE

Aunque todos nos aburrimos, no siempre lo admitimos. Hacerlo «supone casi tanto como confesar que somos incapaces de llenar nuestro tiempo con actividades significativas y de exprimir al máximo este regalo improbable que es la vida». La enfermedad del aburrimiento responde a una necesidad de desambiguar algo tan cotidiano y a la vez tan ignoto como es el aburrimiento. Todos creemos saber qué es, sin embargo muy pocos son capaces de definirlo. Esto sucede porque empleamos el concepto de «aburrimiento» para referirnos a experiencias que, estando relacionadas, difieren en ciertos matices esenciales. Decimos que nos aburre una película o un libro, pero también que nos aburren los políticos o el sistema. Lamentamos aburrirnos cuando no sabemos qué hacer, pero sufrimos aburrimiento desarrollando todo tipo de actividades, sobre todo, si representan una obligación. Todos los casos tienen algo en común, el malestar, pero no es igual aquel que se siente momentáneamente cuando estamos esperando el autobús que el que se apodera de nuestro ser bajo la experiencia del «ennui de vivre». En algún momento se me ocurrió que se podría dominar el dolor que nos infringe la enfermedad del aburrimiento.Una vez comprendamos la raíz es el momento de diseñar una estrategia de cambio y de ponerla en práctica. Lo más común es que busquemos el camino más rápido y acabemos embarcándonos en otra actividad insignificante.

(Rebeca Argudo)

Como ya he dicho en más de una ocasión, pocas veces he sentido yo eso del aburrimiento porque siempre he tenido muchas cosas que hacer o si el trabajo hubiera cesado siempre encuentro cosas para distraerme como por ejemplo la lectura o el ordenador.

Pero para algunas personas el aburrimiento puede convertirse en una enfermedad crónica y llega a impregnar todo lo que constituye su vida, lo que los franceses llaman "L'ennui de vivre", ese tedio que lo envuelve todo y roza la depresión.

En lo que estoy totalmente de acuerdo con la autora de esta líneas es en los distintos sentidos de la palabra aburimiento, sobre todo cuando la empleamos para expresar que estamos hartos de algo. Y la falta de paciencia hace el resto. Eso me ocurrió a mí cuando quise fotografiar esta preciosa fuente cordobesa. No hubo manera de que el tipo que estaba allí al lado se alejara y me dejara libre el espacio de la foto. Me tenía aburrida y allí se quedó hasta que acabó el cigarro, del que, por cierto, se observa el humo en la foto. Mira por donde quedó plasmado para la posteridad.

Besos.