ENTRE ESTATUAS

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de gracia
no te arrepientas
cuando
alguien te lo aconseje
no reserves del mundo
sólo
un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados
pesados como juicios
no te seques sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

y si
después de todo
no puedes evitarlo
y congelas el jubilo
y te quedas inmóvil
y te salvas
entonces
no te quedes
conmigo.

(Mario Benedetti)

Este poema de Benedetti, titulado "Entre estatuas" sirve muy bien para ilustrar esa sensación que a veces tenemos todos cuando no sabemos reaccionar a tiempo, y nos quedamos quietos, petrificados, inmóviles, sin saber qué hacer y cuando lo hacemos ya es tarde. Hay personas que son especialmente hábiles para  este menester y tienen siempre la palabra justa en el momento adecuado; otras, en cambio, necesitan más tiempo de reacción y mientras tanto se ha perdido la ocasión. El poeta claramente apuesta por no quedarse de brazos caídos, por arriesgarse y por salir de ese lugar de confort en el que poco o nada arriesgamos.

En cualquier caso no nos quedemos como estatuas de gente conocida porque ya hay muchas y muy buenas en las ciudades, unas en un pedestal como es el caso de la que os pongo hoy, que representa al gran cantaor flamenco Manolo Caracol, en la Alameda de Hércules de Sevilla, y otras muchas, las que más proliferan ahora que están a pie de calle a la misma altura que los viandantes.

Que no nos pase como a la Medusa que tenía serpientes vivas por cabello y poseía el poder de convertir en estatua de piedra a quien la mirara a los ojos. Medusa perdió su vida cuando Perseo utilizó su bruñido escudo de bronce como espejo, logrando que Medusa se convirtiese a sí misma en piedra al contemplar su propio reflejo en el escudo.

Besos.