LA FAROLA

La farola de la calle está cansada de noches.
La farola siempre está ahí, inmóvil, alerta.
La farola tiene siempre la misma cara, oculta sus pensamientos.
La farola conoce a todos los vecinos.
La farola sabe de traiciones.
La farola se aprendió la canción de los borrachos.
La farola, cuando se enciende por la noche, ahuyenta abrazos de pasión.
La farola conoce todos los secretos de la vecindad.

La farola, observa y calla.
La farola de la calle, algún día, vieja ya, se irá a descansar y se llevará los secretos de amores y desamores, de traiciones, de disculpas mentirosas, de besos furtivos, de caricias imprudentes, de faldas más arriba de la cintura y de los encuentros fugaces del peluquero con la señora del marqués.
La farola va a escribir sus memorias, y, cuando las publique, el pueblo pedirá que desaparezca el alumbrado público.

(Chojesús)

Si las farolas, testigos mudos de todo lo que ocurre a su alrededor, hablaran, tendrían para contar más historias que las que se narraron en Las Mil y una Noches, quizá no tan exóticas y espectaculares, serían más prosaicas, pero más cercanas a nosotros. Y no digamos nada de las cuatro de estilo fernandino que están en el cuadrante interno de la elegante Plaza Mayor de Salamanca. Como todos sabéis, este ágora salmantino es el punto de encuentro de todo el mundo que siempre acaba viniendo a "la plaza", cuando no el obligado lugar de paso para ir de un lugar a otro de la ciudad.

Últimamente las pobres han sufrido más de un encontronazo por culpa de algo tan cotidiano como camiones de reparto de bebidas que no deben calcular bien su marcha atrás, pero ahí siguen para el disfrute de propios y extraños. 

Aquí véis una de ella, enhiesta, como retando a la cigüeña que asoma en el nido de San Martín. Como sé que a Joaquín le gustan mucho las farolas, le dedico esta foto.

Besos.