LA MEMORA DE LAS MANOS

Hoy son las manos la memoria.
El alma no se acuerda, está dolida
de tanto recordar. Pero en las manos
queda el recuerdo de lo que han tenido.

También recuerdan ellas, mis manos,
haber tenido una cabeza amada entre sus palmas.
Nada más misterioso en este mundo.
Los dedos reconocen los cabellos
lentamente, uno a uno, como hojas
de calendario: son recuerdos
de otros tantos, también innumerables
días felices
dóciles al amor que los revive.
Pero al palpar la forma inexorable
que detrás de la carne nos resiste
las palmas ya se quedan ciegas.
No son caricias, no, lo que repiten
pasando y repasando sobre el hueso:
son preguntas sin fin, son infinitas
angustias hechas tactos ardorosos.

(Pedro Salinas)

Cuando se habla de la memoria se piensa inevitablemente en el pensamiento, en el cerebro, en la cabeza, en el alma, cuando hay muchas más partes del cuerpo que tienen memoria. Por ejemplo la nariz es capaz de recordar aromas y olores del pasado que nos hacen retroceder a esos momentos, o el paladar, al traernos sabores de la infancia, de platos quizá que nos trasladan la remenbranza de lugares y personas. Y por supuesto, la piel, que ella sí que recuerda por el tacto sensaciones inequívocas.

Y a través de la piel, las manos, que acarician, que guardan el recuerdo de días felices, de manos amigas, de manos que estrechas, de cabellos amados en tiempos felices, esas manos vacías que las llenamos a lo largo de la vida de cosas...

Pero todo esto no puede estar mejor dicho como en este poema de Salinas. Y para mano, la de la foto, de San Bruno, el cartujo que no hablaba, quizá lo hiciera con la mirada o con las manos.

Besos.