NOCHE DE REYES

Dejé mis zapatos bajo tu árbol,

leí su corteza y besé sus ramas.

Cerré los ojos. Trepó por mi cama,

como un jazmín, un recuerdo cansado:

la tenue sombra de un niño perdido

que aguarda insomne, noches de tormenta.

Cuenta relámpagos, tiembla y espera

que magos de oriente hallen el camino.

Arde en mi pecho el recuerdo: es humo

quemando mis ojos. Los abro. Encuentro

la flor del jazmín brillando en lo oscuro.

También mis zapatos gastados del tiempo.

Sobre ellos: regalos, todo mi futuro.

La senda que lleva hasta ti, bajo ellos.

(Ismael Serrano)

Qué cantidad de recuerdos afloran en los adultos de los momentos mágicos vividos en nuestra niñez. Y entre ellos, uno de los primeros es el de las Noches de Reyes. La ilusión con la escribíamos la carta, cómo disfrutábamos en la Cabalgata viéndolos desfilar  en los camellos o a caballo y ya más adelante en carroza... y cómo creíamos reconocer en los paquetes perfectamente envueltos lo que nos traían a nosotros. Y la emoción con la que recogíamos los caramelos del suelo, malísimos, por cierto, pero que eran toda una hazaña.

Y como dice el poeta, qué ilusión poner los zapatos a los pies del árbol, esperando la llegada de los Magos de Oriente que los taparían con los regalos. Pues en mi casa segimos haciendo lo mismo. Ojalá que nunca se pierda. No es un árbol tan hermoso y luminoso, pero como la rosa del principito es el nuestro.

Te deseo que esta noche sea fantástica y que el despertar de mañana lo sea más. Y si ves a los Reyes e insisten en que te metas en uno de sus sacos, no temas, es porque alguien ha pedido un tesoro. (Perdón si me he puesto un poco moñas).

Besos.