QUEMAR LIBROS

El pasado mes de julio la bibliocaseta de Ciudad Rodrigo sufrió uno de esos actos vandálicos tan frecuentes en nuestra civilizada, culta y educada sociedad. Supongo que, en aras de la física, estaríamos ante un experimento destinado a comprobar de forma empírica en qué momento podían arder los libros contenidos en ella, habida cuenta de la altitud, presión y temperatura ambiente. Ardieron. Prueba superada con éxito. O puede que los noctívagos autores no estuvieran de acuerdo con el libro de Roberto Calasso ‘Cómo ordenar una biblioteca’ y quisieran partir de cero para un futuro resurgir de las cenizas a modo de Ave Fénix en versión libresca.

Tanto fascistas como comunistas han sido muy aficionados a esto de pegarle fuego a los libros. Hay multitud de documentos gráficos que muestran la saña con la que miembros de ambos extremismos políticos jalean la humareda que sale de las piras de libros ardiendo en plena calle. En el caso de Ciudad Rodrigo lo más probable es que no haya detrás de la barrabasada ninguna de las dos ideologías mentadas, sino simple y descerebrado gamberrismo propio de madrugada etílica. Por supuesto, de Ray Bradbury ni flores.

(Román Rodríguez)

Todos vimos con horror en la famosa película Fahrenheit 451, ésta es la temperatura en grados Fahrenheit a la que arden los libros y el papel en general, cómo se hacían piras de ejemplares quemándose. Pues debe ser algo que está en la mente de seres retorcidos y que de vez en cuando sale a relucir. No puedo estar más de acuerdo con mi compañero Román cuando se hace eco del acto vandálico de hace un par de semanas en las que alguien prendió fuego a la blibliocaseta de Ciudad Rodrigo y se llevó por delante no sólo el lugar sino también todo lo que había dentro.

Son cosas de esas que no se entienden. Inmediatamente han surgido donaciones de autores, editoriales y particulares para intentar enmendarlo, pero no es posible, como en la  Biblioteca Jagger, todo un símbolo de Ciudad del Cabo y de su universidad. Miles de publicaciones, que incluían libros antiguos, manuscritos, folletos, carteles y documentos de incalculable valor histórico y etnográfico fueron pasto de las llamas, junto con centenares de películas y documentales. Aunque la diferencia es que en este caso fue accidental. Poco dice del futuro de una sociedad que tiene individuos capaces de esto. El camino va derecho a los totalitarismos, fascistas y comunistas, como dice Román.

Mejor nos podemos recrear con la foto, no mía, de esta enorme librería de Londres.

Besos.