SATISFACCIONES DOCENTES

Cumplidos mis 87 años, me paro a veces a repasar mi vida laboral en busca de los momentos en que me he sentido más feliz. Casi siempre me vienen a la memoria aquellos cinco años –allá por 1965– en que fui profesor de Filosofía en el instituto madrileño Cardenal Cisneros. Veía en los chicos una pulsión por saber, un interés y una entrega al estudio que compensaba con creces mis esfuerzos en preparar cada clase.

Entre mis viejos legajos, aún conservo algunas fichas de aquellas lecciones. Los sábados no eran lectivos; pero se formaban grupos de una veintena de estudiantes que, voluntariamente, participaban en aquellos seminarios sabáticos y mañaneros, solo por la ilusión de explorar un tema que les intrigaba, y que ellos mismos habían elegido. Casi todos desarrollaban algún asunto que, acaso marginalmente, se había tocado en clase. Había tal ilusión en esos jóvenes que mi papel de moderador me resultaba de lo más gratificante. Mi entrega, como la suya, me hacía sentir bien: no había otro objetivo que buscar conocimientos, exponerlos en común y disputarlos. Aquellos chicos de 15 años andarán hoy por los sesenta y tantos. Ojalá que, en el cénit de sus profesiones, lleguen a gozar de aquella felicidad que entonces se nos presentaba como problema, vivencia o aspiración.

Abel Yebra. Madrid

Los profesores, al igual que los médicos de los que hablábamos el otro día, forman un grupo de profesiones en las que la vocación es lo que manda. Se es profesor para siempre aunque ya se haya llegado a la edad de este señor que cuenta sus vivencias docentes de hace casi sesenta años. Recuerda con cariño y con una sensación de lo más gratificante cómo los estudiantes de entonces estaban deseosos de aprender, con un interés y una entrega que compensaba todo el trabajo del profesor. Por desgracia las cosas han cambiado mucho. Ahora ningún estudiante querría participar en actividades de este tipo fuera del horario que le acarrearían más trabajo por el mero hecho de aprender.

Unos planes de estudio, como los que se están implantando, que no premian el esfuerzo, el interés y el trabajo, que dejan pasar de curso con suspensos, que eliminan las segundas convocatorias y que incluso permiten llegar a la Universidad con asignaturas pendientes es la descomposición del sistema educativo. Y solo servirá para rebajar el nivel de los chicos y perjudicar a los trabajadores ya que no verán ninguna compensación en su esfuerzo... cuando sean adultos lo lamentarán si miran hacia atrás.

Este adulto en el edificio histórico de la Universidad parece rememorar momentos allí pasados, placenteros, seguro.

Besos.