SI YO FUERA PRESIDENTE

Algo que les preguntan a menudo a los niños de este país en el que me hallo, Estados Unidos, es qué harían si fueran presidentes. Las respuestas, como es previsible, giran en torno a helados para desayunar gratis en los colegios, cría de unicornios por doquier, fiestas de pijamas cada noche, abolición de los deberes y también la abrumadora mayoría de entre ellos dicen que eliminarían la pobreza, el hambre, la injusticia y cuidarían el planeta. Leyendo las prioridades de estos niños de hoy, se me ocurre que, en resumen, sus programas electorales tienen muchísimo más sentido que el conjunto de programas electorales de todos los partidos que en el mundo son y han sido, y desde luego cualquiera de estos niños, hasta los más inocentes, me parecen mucho más cualificados para gobernar el país y el mundo que Trump, Duterte, Maduro, Erdogan y Kim Jong, cuyo máximo objetivo, a tenor de las consecuencias de sus comportamientos, es que el planeta y todos nosotros nos vayamos al cuerno.

Estoy dispuesta a vivir en un mundo donde gobiernen niñas y niños de siete años, siempre que me dejen tomar helado para desayunar. Y colarme en la fila para jugar con los unicornios.

(Isabel Coixet)

Dado el nivelazo de nuestros políticos no es de extrañar que cualquier otra persona anónima pudiera hacerlo mejor que los personajes que pululan a nuestro alrededor. Y no me refiero solo a España donde ya contamos con una nómina bastante nutrida de tontos, ambiciosos y mediocres, sino a los que se supone que son líderes, como los que cita Coixet. Entre unos y otros se cargan el medio ambiente, los derechos humanos y todo lo demás.

Pero el tema no es nuevo. Al ver esta escultura de bronce, perdida y arrumbada en el jardín del Convento de Santa Clara de Sevilla, que representa a Fernando VII, pienso en cómo se las gastó el personaje en su reinado y sin embargo, el pueblo lo hizo volver llamándole el deseado. 

Esta escultura, es obra del  francés Pierre-Joseph Chardigny (1794-1866) y se erigió en la barcelonesa plaza del Palau, donde permaneció hasta que fue derribado en 1835. Su azarosa historia continuaría en 1840 cuando la estatua acompañó al exilio a la Reina Regente María Cristina. Permaneció en París hasta 1861 cuando Napoleón III se la envía a la infanta María Luisa Fernanda para que adorne los jardines de su palacio de San Telmo. De nuevo, tras la Revolución de 1868, la estatua estuvo en distintos lugares de lo que es hoy día el parque de Maria Luisa hasta que en 1931 se trasladó a Santa Clara, perdiéndose las manos y el sable.

Vaya historia la de la escultura, casi a juego con el representado con ella. Quizá el tiempo aquí haya hecho justicia con el personaje.

Si yo fuera presidente...

Besos.