miarroba
LA CATARATA.

LA CATARATA.

Nunca es tarde para la aurora que se mece
en el columpio luminoso de la estrella.
Nunca es tarde para la noche escondida
bajo las piedras soñolientas del arroyo,
agazapada en los delirios de las ramas
que nos miran, escondiendo sus miradas.

Ni los montes tienen prisa para nada,
enredados como están entre las nubes.
esperando eternamente mis miradas.
Ni el arroyo tiene prisa, aunque lo veas
reflejar sus tornasoles deslizantes
como eterna llamarada ensimismada.

Pero la catarata refulgente tiene prisa
por el agua eternamente amontonada.
¿Para llegar antes a dónde
en bullicio de protestas alocadas?
¿Para romper sus líquidas rodillas
con puntiagudas rocas encorvadas?

¿Para alejarse sin cesar del cielo
en su caída libre hacia la nada?
¿Para morir cansada entre peñascos,
entre vómitos de espumas afiladas?

¡Solo podrán calmarla en su delirio,
las largas manos de llanuras represadas!
Así pudiera descansar la catarata,
contenida de su vertical asombro,
sin sufrir eternamente despeñada.

¡Viniera un rayo de la luz más tarde
a apaciguar su eterna llamarada!
¡Viniera sin cesar, como testigo,
la caricia de una sombra de llanura apaciguada!

Así pudiera, tal vez, descansar la catarata,
defendida del viento y del torrente,
sin sufrir eternamente despeñada.

023
EN AQUEL LUGAR.

EN AQUEL LUGAR.

Aquel nuestro lugar tan amado,
en dónde sediento bebí tu ternura,
hoy melancólico y abandonado,
sólo conserva de ti, tu figura.

Ese lugar de nobles promesas,
de tantos deseos y pasión sin medida,
el Sacro Altar en que ofrendé mis tristezas,
implorando tu amor para curar mis heridas.

Allí, en dónde tanto te amé,
languidecen dolientes ilusiones truncadas
y es tanto ese amor que en vano esperé,
tu ansiado retorno, mis alas quebradas.

Arrastro mi pena en cruel soledad,
lerdo y vacilante, te busco en el nido,
extinta tu flama y en espesa oscuridad,
no me resigno haberte perdido.

Y en ese recinto en dónde tanto adoré,
divagando recuerdos, sin tu presencia querida,
roto el altar en que el alma entregué,
agoniza mi amor, se me escapa la vida.

033
EL ATARDECER DE LA VIDA.

EL ATARDECER DE LA VIDA.

El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.

- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?

La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.

-Los atardeceres - respondió.

El vasallo preguntó, confundido:

-¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.

Y reafirmándose, exclamó:

-¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:

-Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más.

Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.

-¿Cosas? ¿De ti misma...? - inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.
Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:

-Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres....

-¡mira! La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré.

El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.

La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado "historia", coloreé con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

035
AHORA QUE TE FUISTE.....

AHORA QUE TE FUISTE.....


Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero.
Ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte...
y ahora estoy recordándote a la orilla del mar.

Tú, que nunca supiste lo que yo te quería,
quizás entre otros brazos lograrás olvidar...
Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

El rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento de la noche lo repite al pasar.
Quizás en este instante tú besas a otro hombre...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...

Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...

047
Madre.

Madre

Me preguntaba qué es la madre.

Junta el perfume de todas las flores;

y el arrullo de todas las olas;

la firmeza de todas las montañas;

y la inquietud de todos los ríos;

la frescura de todos los valles;

y la mirada de todas las estrellas;

la caricia de todas las brisas;

y el beso de todos los labios.

Todo guardado por Dios en un corazón de mujer.

Eso es la madre.

033