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Anhelo la noche que nos condujo
a los parajes luminosos de la felicidad,
donde bajo tus besos mi corazón derritió
y mi alma se perdió en la profundidad
de tus ojos misteriosos. Entre tus manos
que se deslizaban sobre mi piel sin paro
experimenté el amor como un baño
de delicias y de sentimientos calurosos.
A un solo momento, a un solo punto
mi conciencia, mi ser, por fin se redujeron.
Tus caricias de un insoportable gozo
sólo la salida en un grito me abrieron.
Aquello voluptuosidad se queda atrás
pero el fuego del amor no se apaga jamás.